La pandemia sigue azotando el statu quo a nivel global y ha forzado a nuestra mente a adaptarse y modular la nueva realidad, a la vez que nos ha obligado a enfocarnos en lo verdaderamente esencial: la salud, la seguridad y la protección del medio ambiente.
Hoy en día, nadie duda de que las medidas necesarias para reactivar la economía deben alinearse con las grandes transformaciones que exige la lucha contra el cambio climático, como es la urgente revisión del coste ambiental de nuestros hábitos alimentarios.
Nuestra alimentación es una potente herramienta para combatir la emergencia climática. Los resultados del informe de ProVeg ‘Más Allá de la Carne’ confirman que el impacto medioambiental anual, de cada ciudadano español, supone 1.900 kilos de dióxido de carbono (CO2) de emisiones equivalentes, una huella hídrica de alrededor de un millón de litros de agua y un uso de la tierra de alrededor de 3.400 metros cuadrados.
Un impacto que podría verse reducido en base a una simple decisión: priorizar productos de origen vegetal frente a productos de origen animal, entre los más consumidos, carne, leche, quesos o mantequilla. Una decisión individual que da lugar a un enorme cambio colectivo, pues implica, que, si se redujera a la mitad la ingesta de alimentos de origen animal, se reducirían, a su vez, un 36% las emisiones, un 17% la huella hídrica y un 30% el uso de la tierra. Es más, prescindir del consumo de productos de origen animal durante una semana, podría suponer un ahorro equivalente a evitar las emisiones que se producen al conducir 207 km, el desperdicio de agua causado al tirar de la cadena 500 veces y preservar 40 m2 de bosque. Como reflejan los datos, la dieta de base vegetal no solo disminuye sustancialmente nuestro impacto medioambiental, sino que mejora nuestra salud y garantiza el bienestar de todos los animales del planeta.
Hace unos años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aconsejó limitar el consumo de carne procesada y carne roja, que están vinculados a un mayor riesgo de muerte por enfermedades del corazón, diabetes o cáncer. Podría ser una causa o una merca coincidencia, pero lo cierto es que, desde 2012, el consumo de carne en España ha retrocedido. De hecho, la ingesta media por persona y año durante 2018 fue de 46,19 kilos; un 2,9% menor que el año anterior*.
Datos que están alineados con el último estudio de Upfield, que analiza los hábitos alimentarios de los españoles durante el confinamiento. Los jóvenes lideran el cambio en el patrón de alimentación del 70% de los españoles hacia una dieta basada en productos de origen vegetal, más consciente y respetuosa con el medio ambiente. Y es que, los consumidores de productos vegetales conforman una porción de mercado que, según las cifras de la consultora internacional Markets and Markets, prevé que crezca a una tasa anual de alrededor del 15%, llegando a casi 28.000 millones de dólares en los próximos cinco años.
Los verdaderos cambios se gestan paso a paso. Además de los datos, hace falta habilitar prácticas pedagógicas que inviten a la concienciación colectiva. Es lo que pretende la iniciativa creada por Upfield, A Better Plant-Based Future, la plataforma que anima a los españoles a pasarse a una dieta 100% vegetal durante un día, para concienciar sobre el enorme impacto que el patrón alimentario tiene a nivel medioambiental. La Semana sin carne es otra iniciativa de ProVeg España, cuyo objetivo es derribar los prejuicios contra una alimentación de base vegetal o plant-based.
El futuro se dibuja esperanzador. La concienciación individual sobre el impacto que nuestras decisiones y estilo de vida tienen sobre el entorno es un paso muy poderoso y supone un verdadero cambio a nivel colectivo. Solo tenemos que medir el impacto que supone cualquier pequeño gesto. Por ejemplo, si sustituimos un kilogramo de mantequilla de origen animal, por la misma proporción de margarina de origen vegetal, supondría la reducción de 9kg en emisiones de gases de efecto invernadero, el equivalente a cargar un smartphone durante todas las noches durante más de tres años, o la huella de carbono generada por 99 botellas de plástico.
Ahora, más que nunca, la iniciativa individual necesita el apoyo y el consenso de todos los agentes implicados, desde el sector privado hasta autoridades, organismos competentes e instituciones. Solo una fuerza conjunta sería capaz de lograr el cambio hacia un modelo de producción sostenible y beneficioso para la salud, maximizando la eficiencia de los recursos mediante la reducción de gran parte del consumo de alimentos de origen animal. Esta reducción debería ser compensada por un movimiento que promocione el consumo de una mayor proporción de nutrientes esenciales provenientes de las plantas. Siguiendo este modelo, la reducción de las cadenas de suministro y un uso más eficiente de los recursos, conforman el camino a seguir para mitigar los efectos negativos sobre el medio ambiente. Estamos ante un nuevo paradigma en el que la viabilidad del estilo de vida actual es insostenible.
(*) Cristina Rodrigo, Directora Proveg España
Jordi Fabregas, Director General Upfield España
Esta tribuna puede reproducirse libremente citando a sus autores y a EFEverde
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