El siglo XXI es el siglo de las ciudades. Esta es una realidad indiscutible avalada por los datos demográficos. En el planeta, más de la mitad de la población reside en ciudades. Y en el 2050 se espera que ese porcentaje alcance el 70%. En Europa, el porcentaje ya es del 73%.
Esa realidad convierte a las ciudades en los focos de concentración tanto de la generación de residuos como del consumo de energía. Hasta el 75% de la energía producida en el mundo se consume en las ciudades. Y en muchas ocasiones se trata de energía producida en zonas alejadas de esos núcleos urbanos, lo que aumenta los costes y la ineficiencia en la red de transporte.
Por lo tanto, el papel de las ciudades a la hora de afrontar los retos del cambio climático es capital. Es en las grandes y medianas poblaciones urbanas donde nos jugamos el presente de la batalla contra las emisiones contaminantes y el futuro de nuestros hijos.
Sólo con ciudades sostenibles será posible un mundo sostenible.
Tres grandes desafíos
Las ciudades afrontan ahora mismo tres grandes desafíos que están estrechamente unidos con la preservación medioambiental.
Uno es el reto tecnológico. Cuanto más tecnológicas sean las ciudades, mejores y más eficaces y sostenibles serán sus servicios públicos.
El segundo gran reto tiene que ver precisamente con la economía circular y el uso de la energía. Es fundamental que las ciudades sean consumidoras de energías limpias y si es posible, como el caso de Zaragoza, que nos sobra territorio, sol y viento, que sean generadoras de su propia energía renovable. Y el impulso de la economía circular será decisivo. No basta con reciclar, hay que optimizar y multiplicar la vida útil de las materias primas y los productos.
El tercer gran reto es la movilidad. Es uno de los servicios esenciales y, junto con la vivienda, en donde mayor margen de mejora tenemos para reducir las emisiones de CO2. La movilidad urbana, pública y privada, debe ser eléctrica en el menor plazo posible.
Zaragoza, una de las cien ciudades climáticamente neutras de la UE
Zaragoza, desde hace más de una década, está plenamente comprometida con este desafío de orden mundial. En esta legislatura, además, hemos asumido el reto de convertirnos en 2030 en una de las cien ciudades climáticamente neutras de la Unión Europea.
Con ese horizonte hemos lanzado en los últimos dos años diversas iniciativas encaminadas a la reducción de emisiones.
Quiero destacar cuatro de ellas por su alcance y su volumen inversor: la movilidad pública eléctrica, los planes de rehabilitación de vivienda, las comunidades energéticas y el Bosque de los Zaragozanos.
La decisión que hemos adoptado de renovar toda la flota municipal de autobuses con vehículos eléctricos conlleva un ahorro de 621.000 toneladas de CO2 a lo largo de la vida útil de los vehículos.
El plan extraordinario de rehabilitación de vivienda, que supone una inversión histórica superior a los 80 millones de euros, ahorrará 1.300 toneladas de CO2 al año gracias a las mejoras en energía, calefacción y aislamiento.
Además, estamos siendo una ciudad pionera en la creación de comunidades energéticas, como el Barrio Solar del Actur o Mercaenergy, para generar energía limpia y más barata para nuestros vecinos y empresas aprovechando instalaciones públicas.
Y por último, un proyecto especialmente querido para mí por lo que supone de legado para las próximas generaciones: el Bosque de los Zaragozanos, que consiste en plantar 700.000 árboles, uno por zaragozano, en nuestro término municipal en los próximos diez años con la colaboración de decenas de empresas, cientos de colegios y miles de ciudadanos.
Todas estas medidas para reducir la huella de carbono, mejorar la eficiencia energética, descarbonizar la movilidad e impulsar la economía circular no debemos verlas como una obligación, sino como una oportunidad.
La revolución ecológica que debemos llevar a cabo para salvar el planeta debe ser al mismo tiempo un proyector ingente de desarrollo social, generando puestos de trabajo en nuevos sectores con la promoción de inversiones públicas y privadas.
Es el momento de impulsar este cambio de modelo a ciudades y sociedades sostenibles a escala mundial, de hacerlo con justicia y generando nuevas oportunidades de desarrollo.
Es un desafío colosal, que nos reclama actuar en todos los ámbitos con urgencia y determinación para poder legar un planeta habitable a nuestros hijos y sus descendientes.
(*) Jorge Azcón Navarro es alcalde de Zaragoza.
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