Brechas. Brechas que se agrandan, que se mantienen y que se acortan. El acontecer histórico se podría relatar a través de las brechas. Y las COPs (Conferencia de las Partes), órgano de la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático), son una muestra del caleidoscopio de las mismas.
La COP 25 de Chile, celebrada en Madrid ha finalizado con decepción por los resultados. Ha mostrado una mayor evidencia del boquete entre la alerta científica apolítica y la voluntad política, entre lo que ocurre y lo que se debería hacer. Todo ello en un año, 2019, en el que se sigue abriendo la fisura entre el clima -relativamente- estabilizado del Holoceno y un clima con fenómenos extremos más frecuentes en el Antropoceno, con nuevos récords de temperatura, con nuevos máximos de concentración de gases de efecto invernadero y con un aumento de la percepción de vulnerabilidad de España. Y un año en la que los clamores de los países más vulnerables siguen sin ser atendidos (los 47 Estados más pobres del mundo solo emiten el 0,8 % de las emisiones totales, nos recordaba Oxfam Intermon).
La Cumbre de Madrid mantiene la brecha entre 84 países que afirman estar dispuestos a aumentar sus compromisos de mitigación y los que no están dispuestos, entre una Europa que muestra interés por avanzar en la neutralidad climática en 2050 con un European Green Deal y un reconvertido Banco Europeo de Inversiones, y otras grandes regiones con otras prioridades. También ha mostrado las diferencias entre Cumbres. De la asistencia de 150 jefes de Estado en la Cumbre de París ha bajado a una cuarentena en esta edición. No todas las COPs tienen el mismo peso. Por otro lado, se mantiene el gran reto de tener que multiplicar por 5 los esfuerzos globales para no sobrepasar 1,5 grados centígrados y por 3 para evitar superar los dos grados. Y se conserva la cifra de más de 3 grados a final de siglo si siguen las tendencias de emisión.
Se ha incrementado la presión social y científica. Se agranda la brecha entre las decisiones de las administraciones nacionales y la sociedad. Las manifestaciones por el clima, en gran parte promovidas por la juventud, así como por numerosas ONGs y la comunidad indígena, y la presencia de Greta Thunberg, han generado un gran impulso social que no ha tenido un paralelismo en la ambición climática. También se agranda la brecha entre el caminar de numerosas administraciones locales y regionales, así como el mundo empresarial (donde habría que diferenciar entre el green watching y el compromiso real), y los compromisos de gobiernos nacionales.
¿Es posible un Pacto de Estado sobre cambio climático?
Al igual que la COP 25 ha tenido debilidades y amenazas, también ha tenido fortalezas y oportunidades. Puede haber allanado el camino hacia un Pacto de Estado. Entre las fortalezas valoradas por numerosos actores se encuentra la capacidad de organizar el evento en tiempo récord, así como del papel de la ministra Ribera en las negociaciones, o la experimentación de una zona turquesa. Las distintas administraciones, con colores distintos, han colaborado en el evento, aún con diferencias manifiestas. Pablo Casado según informaba una agencia, contactó con el alcalde de Madrid, José Luis Martínez y la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz, para que “pongan todos los medios a disposición del Gobierno en funciones para organizar una gran cumbre”. Y varios grupos políticos apoyaron, con peros, al gobierno central en el desarrollo de la Cumbre. La ministra Ribera, según escribía Manuel Planelles en El País (16 de diciembre), “dejaba la puerta abierta a que ese apoyo pueda implicar algo más en el futuro, como la posibilidad de que España cuente por fin con una ley de cambio climático con un amplio apoyo de los grupos políticos”. Proseguía el artículo citando al diplomático mexicano Luis Alfonso de Alba, encargado de las negociaciones en la COP16 celebrada en Cancún en 2010, quien comentaba “No es ninguna tontería”, “México no tuvo una ley de cambio climático hasta que se celebró la COP”.
La mayoría de los partidos muestran su interés por sacar adelante esta Ley de cambio climático necesaria para cumplir el Acuerdo de París. La falta de estabilidad en el ámbito ejecutivo y las diferencias entre ministerios han impedido que llegara a buen puerto. El tema del cambio climático es uno de los diez puntos del pacto entre PSOE y Podemos. En su programa, el PP expone “promoveremos la aprobación de un Pacto de Estado”, considerando que el cambio climático es una de las cuestiones que no pueden esperar. En Ciudadanos también persiguen una Ley de Transición Ecológica. En resto de grupos hay bastante receptividad según se mostró en la votación en el Congreso de los Diputados sobre la declaración de emergencia climática, apoyada por todos los grupos salvo Vox. Ello a pesar de que el 81,3 % de los votantes de Vox creen en que el cambio climático se está produciendo y que el 60,7 % consideran que se debe a causas humanas (encuesta 40dB, diciembre de 2019).
Lo cierto es que se dan condiciones idóneas por una parte. Von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, conservadora de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel, ha priorizado la transición energética y la lucha contra el cambio climático en el gobierno de Europa. El segundo de abordo, Fran Timmermans, Vicepresidente primero de la Comisión Europea, progresista, también subrayaba que “el coste de no hacer nada es mucho más alto que el de actuar”. Y el Parlamento Europeo declaró el estado de emergencia climática con 429 votos a favor, 225 en contra y 19 abstenciones el pasado 28 de noviembre. Según Jaume Masdeu, de La Vanguardia (día 29), los populares presentaron enmiendas para substituir “emergencia”, que consideran demasiado alarmista, por el término “urgencia”, pero no fueron aceptadas. “Los populares votaron muy divididos, con los diputados españoles decantándose por la aprobación”, contaba Masdeu.
Además de la política europea, la sociedad ha mostrado una ambición mayor, así como sectores económicos. Y los medios de comunicación han batido el récord de cobertura.
Por contra, se dan condiciones no tan idóneas, como es la situación de distanciamiento entre los dos bloques ideológicos ante la nueva legislatura. Es momento de ver si estamos preparados para que el cambio climático, asunto de gran trascendencia, sea capaz de conseguir que los distintos espectros políticos faciliten un pacto, una acción de Estado a largo plazo por el bien común.
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