La oruga procesionaria, especie que anida en invierno en las copas de los pinos, no ha esperado este año a la primavera y ha adelantado su descenso desde lo alto de estos árboles en algunos lugares de la Península.
El simple contacto con la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa), que ya se está dejando ver en zonas de Cataluña, Andalucía y la Comunidad Valenciana, puede producir dermatitis, lesiones oculares y reacciones alérgicas y urticarias, ha alertado hoy la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas (ANECPLA).
Una veintena de personas han resultado afectadas ya por el contacto con esta oruga en la localidad valenciana de Sant Joanet, Ribera Alta.
Este problema es el “más dañino y destructivo” para los pinares españoles después de los incendios forestales y, aunque normalmente no hace su aparición antes de finales de marzo, este año podremos encontrarla entre febrero y mayo en las áreas urbanas, los parques, los jardines, los colegios, las urbanizaciones y las áreas residenciales en las que haya presencia de pinos, cedros o abetos, según la ANECPLA.
La plaga es además dañina para las personas debido a que los pelos urticantes de la oruga liberan taumatopenia, una toxina que ocasiona una dermatitis tóxico-irritativa y que afecta especialmente a los niños.
Las procesionarias, que deben su nombre a la costumbre que tienen estas orugas de desplazarse en hileras, cuando se suavizan las temperaturas descienden de los pinos para enterrarse y comenzar el proceso de cristalización que las convertirá en mariposas durante el verano.
Los métodos de control habituales son el empleo de trampas de feromonas, la instalación de barreras físicas o el empleo de productos químicos, ha detallado la Asociación.
Para combatirla, se debe tener en cuenta el ciclo biológico en el que se encuentre la plaga, las condiciones ambientales, el nivel de infestación y minimizar el posible impacto sobre el medio, los animales y el ser humano. EFEverde