Las metáforas que usamos para describir lo viviente no son sólo etiquetas. Determinan lo que vemos y lo que no y por lo tanto cómo actuamos. El cambio transformador que reclaman todos los informes ambientales internacionales requiere nuevas formas de concebirnos como parte de lo viviente, que reencuadren el análisis, la toma de decisiones y la acción. El tapiz de la vida es una de ellas.
El vertiginoso viaje desde la libreta de campo a los foros estratégicos internacionales
Las metáforas que aluden a lo viviente sobre la Tierra abundan: la red de la vida, el árbol de la vida, la pirámide trófica, la escala zoológica, la ley de la selva, la ley del gallinero, la biodiversidad. Sí, la idea de biodiversidad es tan sólo una metáfora más, una de las tantas descripciones de la naturaleza.
La noción de biodiversidad es comparativamente nueva. La idea de diversidad como el número de entidades biológicas (especies, variedades, familias) habitando un determinado lugar ha sido usada por las ciencias naturales por largo tiempo, pero recién a partir de los años ochenta la palabra biodiversidad deja de ser un foco de interés de una minoría académica para empezar a aparecer en el discurso social más amplio. Y es a partir de la Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro, en 1992, que se entroniza en el discurso público intergubernamental. De allí el viaje epistemológico y político del concepto de biodiversidad se vuelve vertiginoso. Hasta los primeros años 90, figura en los informes internacionales fundamentalmente como daño colateral de la imparable empresa del crecimiento económico e industrial. Al inicio del Siglo XXI irrumpe como recurso para el progreso humano, como fuente de beneficios de todo tipo, pero sobre todo económicos. En los dos primeros años de la década de 2020, por primera vez los foros económico-estratégicos mundiales mencionan la pérdida de la biodiversidad como uno de los principales riesgos existenciales que enfrenta la humanidad1,2. Una trayectoria impresionante de expansión en el imaginario social en sólo cuarenta años.
Las metáforas cuentan, porque anclan las narrativas sociales
La definición más usada de biodiversidad, la de la Convención sobre Diversidad Biológica3, enfatiza la variedad de la vida a todos sus niveles, desde la heterogeneidad genética dentro de las poblaciones, pasando por la riqueza de especies, hasta la variedad de ecosistemas a lo largo de gradientes geográficos de temperatura, humedad y fertilidad.
Esta definición es tan abarcativa que para algunos está al borde de perder significado. Sin embargo, deja afuera, o al menos deja implícitas, dos cuestiones fundamentales: la estrecha relación histórica y ecológica entre todos estos componentes y también la profunda relación con los seres humanos. Quizás por omisión, refuerza la idea de división tajante entre humanos y no humanos y empaña la conexión inextricable de todo lo vivo, lo no vivo y lo social en un sistema mayormente cerrado, donde todo lo descartado vuelve de alguna manera y todo lo consumido necesariamente debe salir de algún sitio.
Podría argumentarse que no es tiempo de detenerse en nuevos nombres para las mismas cosas, que lo que cuentan son las acciones, no las metáforas. Pero son precisamente las metáforas las que forman la materia prima, el andamio de las narrativas sociales, esas historias empapadas de valores que nos contamos unos a otros una y otra vez y nos organizan el mundo, delineando lo que es importante, lo bueno y lo malo, lo que hay que hacer, lo aceptable, lo prescindible. Las metáforas nos ayudan a darle sentido al mundo y por eso son mucho más que etiquetas4. Entonces, una metáfora nueva, o más bien recordada, que enfatiza nuestra conexión, evolutiva, histórica, fisiológica, simbólica, con el resto de lo vivo sobre el planeta, desde la mitocondria al mito, debiera ser un primer paso para un cambio transformador.
Este resaltar entretejimientos es importante para una acción transformadora por varias razones.
Primero, porque ilumina el hecho de que no hace falta estar en contacto directo con la naturaleza para afectarla y para sentir sus efectos. Aunque una viva el último piso de un rascacielos en una metrópolis, está inextricablemente enredada con el resto del mundo vivo, a través de lo que elige comprar, comer, apoyar, ignorar, votar. Hoy más que nunca, nadie es 100% local; si bien están ancladas en un lugar, nuestras hebras materiales y simbólicas se extienden en el tiempo y en el espacio, en un proceso llamado teleacoplamiento5. Por ejemplo, se ha estimado que la tercera parte de las amenazas a especies animales6 y alrededor del 40% de la extracción de recursos naturales7 en el mundo están relacionadas con el comercio internacional, es decir, son propulsadas por consumidores en países distintos del aquel donde el factor de riesgo se manifiesta físicamente. Por ello, muchas medidas para proteger la biodiversidad en el punto de extracción sólo logran que el impacto se traslade a otro sitio; a esto se le llama “derrame”. El derrame y el teleacoplamiento son ejemplos vívidos de cuán conectados está todo lo viviente en el planeta. Pero el ejemplo más vívido de todos es la COVID-19. Nuestra relación ecológica y evolutiva con el gran tapiz de la vida es tal que un virus originado en murciélagos en una remota selva del sudeste asiático un día entra por tu por tu puerta y te arrebata a tu padre.
Segundo, la metáfora del tapiz de la vida nos ayuda a entender que las medidas que se toman sólo en un sector no bastan, porque los sectores del quehacer humano, en tanto involucran materiales finitos, se imbrican e influyen mutualmente. No se pueden tomar medidas sin consecuencias, de la misma manera que no se puede tirar de una hebra y esperar que nada pase en el resto de la trama. Es preciso incorporar consideraciones y salvaguardas relacionadas a la naturaleza en todos los sectores del quehacer económico e institucional8. Si bien un esfuerzo aislado es mejor que nada, porque al menos sirve como prueba de concepto, los cambios importantes sólo se logran cuando se los implementa a través de múltiples sectores. La mejor política de conservación languidece y se diluye si no es coordinada con políticas de transporte, educación y energía que respeten, y si es posible realcen, la naturaleza9.
Tercero, la metáfora nos ayuda a recordar que la robustez y belleza de un tapiz son producto conjunto de muchas hebras, cada una de las cuales, es, individualmente, mucho más frágil y menos hermosa que el conjunto10. Para mantener la integridad del robusto conjunto es preciso manipular cada hebra con suavidad y atención.
No sólo acciones, sino también valores
La idea general, entonces, es propender ̶̶ en las narrativas sociales, en las políticas públicas, en las acciones ̶̶ a preservar, retejer, celebrar el tapiz de la vida, más que aislarnos de él o reemplazarlo. Suena irremediablemente romántico, pero, en vistas de las proyecciones científicas más recientes, es quizás lo más realista y pragmático que podemos hacer. Nadie dice que va a ser fácil, pero se puede. La respuesta de gobiernos, organizaciones e individuos alrededor del mundo ante la pandemia COVID-19 ha sido la mayor, si bien reticente, prueba de que se pueden hacer cosas impensables cuando es preciso.
Podría concluir con una lista práctica de acciones positivas, desde lo individual hasta lo intergubernamental, desde la compostera en el balcón hasta un nuevo tratado intergubernamental sobre comercio. Probablemente no agregaría nada nuevo, por eso más bien recomiendo consultar las excelentes síntesis que ya existen sobre el tema, particularmente aquellas que, además de lo individual, orientan sobre acciones colectivas. Aquí prefiero resaltar algo que tiende a pasar desapercibido: Todas esas acciones, todas esas buenas intenciones, todas esas conquistas sociales arrancadas a los sistemas dominantes, no van a funcionar si no recableamos el conjunto de valores subyacentes a las decisiones individuales y colectivas, poniendo en el centro el bien común y nuestra filiación con el resto del tapiz de la vida. Estos valores no por antiguos son anacrónicos.
[box type=”shadow” ](*) Sandra Díaz. Profesora titular de Ecología de Comunidades y Ecosistemas en la Universidad Nacional de Córdoba, galardonada en 2021 con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación.
[/box]Referencias
[box type=”shadow” ]1 World Economic Forum. 2021. The Global Risks Report 2021. Davos. https://tinyurl.com/ywkhj3u9
2 World Economic Forum 2020. The Global Risks Report 2020, Davos. https://tinyurl.com/52r6bw7y
3 Convenio sobre la Diversidad Biológica, Naciones Unidas. https://tinyurl.com/2bmanbrp
4 Lakoff, G. & M. Johnson. 2017. Metáforas de la vida cotidiana. Ed. Cátedra. Barcelona. ISBN 9788437636672.
5 Liu, J., V. Hull, M. Batistella, R. DeFries, et al. 2013. Framing Sustainability in a Telecoupled World. Ecology and Society 18. https://tinyurl.com/34fmrety
6 Lenzen, M., D. Moran, K. Kanemoto, B. Foran, L. Lobefaro, and A. Geschke. 2012. International trade drives biodiversity threats in developing nations. Nature 486:109-112. https://tinyurl.com/5h4yn93t
7 Wiedmann, T. O., H. Schandl, M. Lenzen, D. Moran, S. Suh, J. West, and K. Kanemoto. 2015. The material footprint of nations. Proceedings of the National Academy of Sciences 112:6271-6276. https://tinyurl.com/cz836ypc
8 Díaz, S., J. Settele, E. S. Brondízio, H. T. Ngo, et al. 2019. Pervasive human-driven decline of life on Earth points to the need for transformative change. Science 366:eaax3100-eaax3100. https://tinyurl.com/c8zzv8y4
9 IPBES. (2019).Summary for policymakers of the global assessment report on biodiversity and ecosystem services (S. Díaz, J. Settele, E. Brondízio, H. Ngo, et al. Eds.). Bonn, Germany: IPBES Secretariat. Versión castellana: https://tinyurl.com/y64wjkbm
10 Díaz. S. 2019. Discurso de aceptación del Premio Princesa de Asturias a la Investigación Científica y Técnica, Oviedo. https://tinyurl.com/3sa3rtxy
11 Chan, K. M. A., D. R. Boyd, R. K. Gould, J. Jetzkowitz, et al. 2020. Levers and leverage points for pathways to sustainability. People and Nature 2:693-717. https://tinyurl.com/pym4732d
[/box] [divider]Creadores de Opinión Verde #CDO es un blog colectivo coordinado por Arturo Larena, director de EFEverde
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